Sentía el cansancio en cada centímetro de su cuerpo, la mente le bullía en extrañas ensoñaciones fuera de control. Pensaba y pensaba en cosas sin que él lo ordenase, como si su cabeza tuviese vida propia, se extrañaba a si mismo, echaba de menos a su verdadero yo.
Aún así algo le mantenía los ojos abiertos y el palpitar del corazón atento, estaba totalmente fuera de si… tan solo querría recuperarse, pero parecía tarde, estaba volviéndose loco, ya nada parecía tener lógica, pues ¿Todo lo que no sabemos carece de sentido?
Su mente daba vueltas y vueltas, era casi torturante pero en el fondo le gustaba aquel delirio, porque el fondo le merecía la pena estar completamente loco. El tan solo quería quedarse o irse… no sé.
Martillazos golpeaban una y otra vez su sien… fue entonces cuando perdió la vista por completo. Luces y destellos se colaban entre sus parpados bien cerrados, sin saber porqué sus pupilas se abrieron lo suficiente como para ver lo que le rodeaba. Ese no era el mismo lugar en el que había estado cinco minutos atrás. Un cielo azul-violeta, un desierto de arena azabache. Su cuerpo no podía moverse con facilidad.
A lo lejos una enorme crisálida del color de sus tristes ojos, que se balanceaba al son de una tenue melodía lejana: Tic-Tac…Tic-Tac…
Más allá un enorme reloj, antiquísimo, pero hipnotizador.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que su conciente se había tornado en subconsciente.
Aún así algo le mantenía los ojos abiertos y el palpitar del corazón atento, estaba totalmente fuera de si… tan solo querría recuperarse, pero parecía tarde, estaba volviéndose loco, ya nada parecía tener lógica, pues ¿Todo lo que no sabemos carece de sentido?
Su mente daba vueltas y vueltas, era casi torturante pero en el fondo le gustaba aquel delirio, porque el fondo le merecía la pena estar completamente loco. El tan solo quería quedarse o irse… no sé.
Martillazos golpeaban una y otra vez su sien… fue entonces cuando perdió la vista por completo. Luces y destellos se colaban entre sus parpados bien cerrados, sin saber porqué sus pupilas se abrieron lo suficiente como para ver lo que le rodeaba. Ese no era el mismo lugar en el que había estado cinco minutos atrás. Un cielo azul-violeta, un desierto de arena azabache. Su cuerpo no podía moverse con facilidad.
A lo lejos una enorme crisálida del color de sus tristes ojos, que se balanceaba al son de una tenue melodía lejana: Tic-Tac…Tic-Tac…
Más allá un enorme reloj, antiquísimo, pero hipnotizador.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que su conciente se había tornado en subconsciente.
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